Foto: Portugal

jueves, 29 de abril de 2010

Mar



Se ha escrito mucho acerca de los mares, de sus vientos, de sus mareas, hay muchas historias con principio o final en el mar. Las más grandes civilizaciones se aventuraron a surcarlo, y muchas de esas vidas se quedaron en lo hondo al naufragar.

Hoy no quedan rincones en el mundo sin dueño, o al menos los que dirigen el mundo, han puesto nombre y frontera a todos los lugares, pero en el mar no. En el mar no podrán conseguirlo. Han bautizado a las aguas dependiendo de la distancia con la frontera del país. Los conceptos de Mar Territorial, Mar Nacional y Aguas Internacionales, son solo pseudónimos que plasman la frustración del humano en aquellos despachos que procuran legislar lo inlegislable. Pero el agua no se puede acotar.

Costa da Morte es una región del noroeste peninsular; cuentan que recibe ese nombre porque en el pasado, los barcos se adentraban entre la neblina y colisionaban contra los acantilados que dibujan una línea costera irregular… allí se encontraba el fin del mundo, donde las imparables legiones romanas, contemplaron atónitos y respetaron la vastedad de un enemigo infranqueable: el mar.

Luego llegaron los progresos modernos y los peninsulares fueron los primeros navegantes del mundo que lograron ultrapasar los Océanos; Portugueses y españoles fueron los primeros en llegar a los territorios de ultramar y se hizo evidente que más allá del faro de Fisterre, el mar bañaba muchas más tierras.

Más tarde se hicieron diques, puertos, se concentraron poblaciones frente al mar, que paradójicamente vivieron de espaldas a él. Y esque para el humano parece que no resulta sencillo comprender el mar, y erramos cuando tratamos de anteponernos a él por la fuerza.

En el mediterráneo se construyó encima del rompiente que ya casi ni existe, y el hormigón está empeñado en ganar terreno sobre el mar. Durante el verano, las colmenas de turistas inundan la costa, con bañadores de flores, zapatillas de esparto, y gorros de paja, en plena armonía con los edificios de catorce pisos, los cubatas, las discotecas y los descapotables.

En invierno; el frio y la humedad desertizan la costa, y el mar sube hasta romper las barreras que el humano puso para el verano, engulle la arena, llega hasta la puerta de las casas, rompe las fachadas, y los paseos marítimos. Es entonces cuando la sociedad se alarma con el cambio climático y proponen fortalecer los diques para contener lo incontenible.

Y si nuestro progreso, corre a la misma velocidad que lo está haciendo hasta ahora y de una forma igual de insostenible, entonces el mar dará buena cuenta de ello, cuando ya no les queden paisajes por deshacer, cuando hayan cortado todos los árboles… y al mar no se le pueda vencer.

Hay una parte de la sociedad que encontró en el mar una diversión que le aleja del asfalto y de aquellas realidades grises de las ciudades, de aquella oscuridad, de esa humanidad inhumana.

Hoy es casi ya Diciembre; en la fachada peninsular que da al Océano, está lloviendo, soplando noroeste fuerte, los turistas no son turistas, son ciudadanos que vuelven a darle la espalda al mar. Por otro lado esas pulgas flotantes con esos trajes negros siguen estando en el agua, mojándose sobre el mojado, bajo la incomprensión del que observa, pero para ellos, para lo que están ahí dentro, el día adquiere otras dimensiones después de regresar del líquido.

Es indescriptible …

Supongo que la sensación de placer es tal porque te exilias de la tierra, porque no estás pisando donde lo hace la gran mayoría de la población, porque surcas lo que históricamente dio miedo al humano y tienes el cuerpo como única propulsión, porque entras en armonía con Neptuno, y éste te permite bailar sobre sus pulsaciones en forma de paredes…

Quizás por estos placeres (y muchos más que escapan a las definiciones), quedó tanta gente enferma y loca con esta obsesión…


Un abrazo a todos.


Texto:Fernando Sánchez

publicado en: www.surfcostadamorte.blogspot.com

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